19 de juny 2012




Aquella casa no era mía.
Yo contraté la luz, el agua y las palabras.
Dispuse que los muebles y los vientos
volvieran a jugar en los balcones.
El paisaje llegaba saludando
igual que los amigos,
y al levantar la mano y las botellas
abril subía por el ascensor
y las colinas de la tarde
cambiaban amapolas por un whisky.

Yo contraté la noche para cerrar las puertas.
Quise quedarme solo con mi amada,
quedarme dentro de las horas
que ruedan con la miel de los desnudos.
Yo preparé las sábanas, los libros, los armarios,
pinté de blanco las paredes,
pero la casa aquella no fue mía.

Porque empezó a llover
durante todo un año y el siguiente,
y el otoño manchaba los pasillos
con silencios mojados y zapatos,
y estuvo el mes de enero
helando hasta cortarse con nuestra soledad
y nuestra ropa sucia,
y el coche que subió por la colina
de barro y abandono
vino para decirme
que aquella casa no era mía.

Y aquella casa no fue mía.
Aprender a vivir enamorado,
saber amar,
significa también sentirse libre
cuando un amor se acaba.
Las ruinas de hoy
no son ya mi dolor ni mi recuerdo.
Veo como un extraño
la ventana forzada, las paredes con grietas,
los azulejos rotos.

La lluvia que pregunta en la esquina por mí
sabe que aquella casa no era mía.


Primer amor. Luis García Montero

15 de juny 2012








Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:

cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,

la gente, las comarcas.

Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,

pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.

Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe

esa pálida ceniza de Sachsenhausen

con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.

Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,

a la ciudad donde la sangre del propietario alemán

fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.

Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.

No se puede entrar dos veces en el mismo lago,

sobre hojas descompuestas de abedul,

y quebrando una estrecha estría de sol.

Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas,

tus secretos y los míos, no eran grandes secretos.

Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,

cuando te ponen una cruz entre los dedos,

y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.

No, no es porque estés tan lejos

que no has venido el otro día, la otra noche.

De año en año madura en nosotros y nos invadirá,

yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.


Elegía para N. N. . Czeslaw Milosz

05 de juny 2012



Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos,
en las paredes obtusas,
en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.

Dibujaba ventanas.
En todas partes.


Roberto Juarroz