15 de juny 2012








Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:

cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,

la gente, las comarcas.

Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,

pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.

Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe

esa pálida ceniza de Sachsenhausen

con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.

Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,

a la ciudad donde la sangre del propietario alemán

fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.

Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.

No se puede entrar dos veces en el mismo lago,

sobre hojas descompuestas de abedul,

y quebrando una estrecha estría de sol.

Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas,

tus secretos y los míos, no eran grandes secretos.

Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,

cuando te ponen una cruz entre los dedos,

y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.

No, no es porque estés tan lejos

que no has venido el otro día, la otra noche.

De año en año madura en nosotros y nos invadirá,

yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.


Elegía para N. N. . Czeslaw Milosz